SOBRE ARTE Y CONOCIMIENTO

La cosa es que no sé si nada sirve en esto del arte o todo es cuestión de intentos a marchas forzadas. Me quedo con el diálogo. Es decir, con la idea de que el arte, entre tantas cosas que es, y supone, como palabra, se registra desde un conocimiento que nunca termina de creerse del todo a sí mismo. Ese conocimiento es escrito y hablado: transita: viaja continuamente, huyendo, creo, de la maldición que le condena a no ser exacto, ni justo, ni perfecto, ni siquiera especial o importante. Para existir ese conocimiento debe forjarse desde un nomadismo perpetuo. Allá donde la cama sea cómoda y el colchón mullido, el arte no tiene lugar, quizás porque de conformarse metamorfosearía rápido en algo bien distinto.
Por otro lado, como decía Freud, "cuando nuestro aparato anímico no nos es necesario para la consecución de alguna de nuestras imprescindibles necesidades, lo dejamos trabajar por puro placer. Sospecho que esto es, en general, la condición primera de toda manifestación estética" ('El chiste y su relación con lo inconsciente' - 1905)
Es decir, el arte tampoco se puede estar mucho tiempo quieto, en un lugar, anclado, ni aliarse con patria alguna, ni enamorarse de persona, rincón o gastronomía concreta, porque, enseguida, se le descubriría: "¿quién es este personaje que tanto presume y tanta importancia se concede a sí mismo?", pensarían a su alrededor. "Habla de sí y de su vida como si nada le alcanzara, como si viniera de vuelta de todo, como si con él la humanidad se jugara todo a una partida, como si a sus circunstancias (que sólo un despropósito hinchado como un globo ha podido calificar de "historia") le debamos veneración y a sus tormentos una compasión infinita".
Antes de ser pillado in fraganti en su gran mentira, el arte se escapa, dejando en su lugar un rastro de leyenda.
De este modo, se perpetúa su necesidad. A partir de su carencia.

Pablo Marte
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