Poéticas del mercado… Gastar, pensar, coleccionar, producir, exponer, vender. Sobre un trabajo de Amaya Gonzalez Reyes.





“cos I´m wasting time, wasting money again”
Russian Red





Decían los FLUXUS que basta ya de arte que lo importante era la vida (No more art, just life). Y es precisamente el lado más hostil de nuestra vida , aquella parte relacionada con la producción, el capitalismo voraz y el mercado, el que la artista Amaya Gonzalez Reyes
(Sanxenxo, 1979) ha sabido dibujar con lápices bien afilados sobre lienzos vírgenes.

Exactamente 719 lienzos de medidas variables componen una de las instalaciones más mordaces de este ARCO 2009 (Galería Pilar Parra & Romero, stand SP24 del pabellón seis). Cada lienzo contiene un ticket de compra que la artista ha ido generando paralelamente a su vida. Los cuadros están retractilados (ágil guiño a la producción en masa) y se presentan apilados formando un conjunto escultural que varía en función de la venta. Unos zapatos, la compra del super, peajes de la autopista… todo aquello que testifica con cuatro dígitos lo que cuesta vivir y las actividades y necesidades derivadas del estar vivo. El precio de cada lienzo es el mismo que la artista pagó por el producto adquirido oscilando entre los 0,10 euros (el precio de una fotocopia) hasta los 1.700 euros (su primer Apple).El comprador por una parte se lleva una obra de arte a precio de ganga y por otra participa de los mismos gastos que la artista ha tenido durante todo un año.

YO GASTO es el título de esta instalación escultórica, minimalista y viva (ya que sus dimensiones varían según las ventas) basada formalmente en la acumulación. Los lienzos, ordenados en columnas según sus medidas, están distribuidos en isletas que el espectador puede rodear, tocar, elegir simulando la dinámica de compra de los mercadillos, metáfora arrolladora de lo que es ARCO en microescala. Una vez elegida y pagada la factura deseada se le hace entrega de un certificado de autenticidad de la pieza y un salvoconducto para poder sacar el cuadro de las instalaciones de IFEMA. Todo esto se incluye dentro de una bolsa blanca con el logo de YO GASTO, nombre de la galería y el nombre de la artista. El comprador, bolsa en mano, participa y extensiona el proyecto mientras pasea por el resto de los stands. Se convierte en performer involuntario de una representación real, publicitando la instalación y feliz de haberse consumado en su rol de comprador -no sólo voayeur- en un macroespacio de venta.

"[La obra] Habla sobre el mercado del arte y el precio de la vida, algo que le interesa a todos y no por la situación de ahora de crisis, que yo ya llevaba dos años preparando esto, si no porque es algo cercano. Todo el mundo puede verse identificado en un recibo de zapatos", dice.

La reflexión que se propone va más allá del proceso mercantil de las obras de arte y responde con una vuelta de tuerca sobre la naturaleza del objeto artístico. Un objeto que imita la realidad, pero ya convertido en otra cosa, el recibo de un producto se convierte en otro producto. La belleza ,en este caso, se encuentra en la habilidad para reconvertir los procesos mercantiles en pequeñas odas a lo cotidiano, obligando al espectador a la reconstrucción de un imaginario de la vida, donde un pequeño papel arrugado y perdido en cualquier bolsillo se transforma en testimonio de una actividad vital tan necesaria como respirar. Una obra para todos los públicos que pone en entredicho, desde la perversión, muchas de las convenciones que a ella se asocian.

No cabe duda que la crisis económica ha sido el revulsivo perfecto para que Gonzalez Reyes vendiera absolutamente toda su producción. El éxito no viene solo de la mano de unos precios asequibles, una democratización del lujo a la manera más Warholiana, sino también del testimonio que certifica ese acto cotidiano que, si bien se centra en el ámbito del consumo, no deja de perfilarse como la captura de un momento. Una línea deudora de los trabajos de On Kawara y sus Today Series, donde toda la fuerza conceptual se apoya en la evidencia del estar vivo, un diario sistemático de números y cifras que forman parte de nuestra rutina. Como en las piezas de Kawara, González Reyes despoja su trabajo de toda posibilidad aurática ,Y, sin embargo, al mismo tiempo prolonga y recontextualiza, no sin acidez, la acción consumista reinsertando la constancia de esa compra en el mercado.

La dicotomía consumo de arte, arte del consumo, borra sutilmente sus límites con procesos invertidos y reinventados, jugando con las leyes de la oferta y la demanda, creando las suyas propias. Unas nuevas leyes de mercado que restituyen la plusvalía al origen del esquema marxista, donde el valor es dado por la mano productora, por el obrero del arte, sin intemediarios, sin adornos, sin especulaciones, actuando solo dónde sea esencial, despojando al arte de todos sus vestidos.




Por María Marco.